jueves, 6 de mayo de 2010

Brisa

Tirita, como de nervios, como por intriga, la brisa de este ocaso. El sol se baña de oro, mientras, me pierdo en tus ojos cristalinos, llenos de eternidad, atado a los recovecos de tu alma. No existe tiempo, ni silencio; ni ocaso, ni existencia; ni vida más allá de ti. Respiramos por necesidad, lo demás se quema antes de alcanzarnos. Ahora no hay sueños que cumplir, no los recordamos. TE BESO. Quiero que sepas que mi esencia, eso que siento más allá del cuerpo, es tuya. Te beso de forma que sepas que no necesito promesas para decir que te amo, para que sepas que soy tuyo; para que sepas que lo seré siempre. De repente, aquella brisa nerviosa llega a nosotros y me distrae. Un viento cálido y gracioso, que juega y se esconde. ME BESAS, y me sorprendo tanto que no alcanzo al tiempo para cerrar los ojos. “Yo también te amo; yo también soy tuya; yo tampoco quiero tiempo, ni silencio. Quédate también con una parte de mí. Compartamos días y noches, vida y sueños”. Solo necesitas besarme para decirlo. Al separarnos, lo hacemos despacio. Yo sigo mirándote, y tú te muerdes el labio mientras un solitario escalofrío mece tu cuerpo. Sonreímos los dos… No se escucha al tiempo.

2 comentarios:

  1. Leer esto me reconcilia con el mundo, tío. Nos vemos en las entradas de nuestras bitácoras. Un abrazo.

    ResponderEliminar