jueves, 22 de octubre de 2009

Comenzamos a hablar en silencio, sentados verde contra verde escuchando el mar.

Quizá es en un banco. Seguramente llegamos paseando, tropezando contra el viento y guiados por el sonido de nuestros pasos contra la piedra.

Tus piernas están casi en mi regazo. Ya me he acostumbrado a ello pero siempre río.

Seguimos mirándonos. Quiero ver tu corazón y saber si late al compás del mío, pero no puedo, solo veo verde.

Miento, me veo a mí, reflejo de tus ojos y sigo sin creerlo.

Ya no aguanto más. Te quiero. En este momento no sé si piensas lo mismo que yo.

Pero no puedo más, me ciega el deseo, paso del negro de tus ojos al rojo de tus labios en el beso de mi vida. Te quiero. Siento arder mi sangre, palpitar mis venas.

Te enredo con mis brazos, no quiero que te vayas, eres mía.

Respiramos juntos como tantos otros días, como tantos otros sueños.

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Al final nuestras mudas bocas se separan. No se dicen nada. No hace falta.

Yo te quiero. Tu a mí no, ya no.

Lo he notado. Yo podría regalarte mi vida en verso y no serviría de nada.

Lo he comprendido. Seguimos mirándonos y ahora lo noto en tus ojos.

Es un adiós.

Despacio, muy despacio bajas las piernas, te levantas, desvías tu mirada y te marchas.

Yo no dejo de mirarte hasta que te pierdes a lo lejos.

Cuando todo termina, vuelvo la vista hacia el mar y muero.

1 comentario:

  1. Me llena de orgullo y satisfacción sentarme a tu lado en clase!!!

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